Traducción: Àngela Elena Palacios
ISBN: 978-84-125118-5-7
Páginas: 226
Formato: 14 x 20 cm
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17,00 €
ISBN (digital): 978-84-125118-6-4
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Consejos, proverbios e insolencias
Ensayista extraordinario, intelectual incómodo, homenot de Josep Pla, persona de fuertes convicciones y duda metódica, conversador de verbo irónico y atinado, polemista de insolencia pertinente, articulista certero… Joan Fuster es sin lugar a dudas uno de los hombres de letras más interesantes del siglo pasado. Poco o muy poco traducido, aprovechamos el Año Fuster, la celebración del centenario de su nacimiento, para publicar por primera vez en castellano los aforismos de este sabio valenciano, sentencias imprescindibles llenas de humor e inteligencia.
«Están la agudeza, el aserto ingenioso, el humor paradójico, la ironía que empieza en la autoironía, la inevitable provocación descarada, la inteligencia disfrazada de banalidad, la referencia literaria envuelta en papel de periódico… También lo que difícilmente cabe en el artículo de prensa, la amargura del pensamiento, la soledad asumida, las mínimas confesiones de un ermitaño irónico y dolorido que afirmó su existencia dando golpes a su propia sombra, agotadoramente.» Suso de Toro, en el prólogo.
La prensa ha dicho:
«Los aforismos de Joan Fuster, internacionales.» Joan Garí, El País
Joan Fuster (Sueca, 1922-1992) es uno de los intelectuales más importantes que ha dado nuestro país. Junto a Josep Pla, es el ensayista más destacado de las letras catalanas del siglo XX. Entre sus múltiples publicaciones destacan El descrèdit de la realitat (1955), El País Valenciano (1960), Nosaltres, els valencians (1962), Diccionari per a ociosos (1964), Consells, proverbis i insolències (1968), Diari 1952-1960 (1969) y Contra Unamuno y los demás (1975). Fue profesor y catedrático de la Universitat de València y doctor honoris causa por la Universitat Autònoma de Barcelona y por la Universitat de Barcelona. Recibió el Premi d’Honor de les Lletres Catalanes en 1975 y el Premi de les Lletres Valencianes en 1982. Ese mismo año la extrema derecha puso dos explosivos cerca de su casa para acabar con su vida y su discurso disidente. En 1983 recibió la Medalla d’Or de la Generalitat de Catalunya. Cuando murió, en 1992, dejó al pueblo de Sueca un legado material de gran valor, conformado por miles de libros, una importante colección de arte y su archivo personal.